
Como lo dice ese título desbordante de originalidad, el 21 de diciembre se cumplió 100 años de un vergonzoso suceso ocurrido en el norte del país, en que las autoridades complacientes de la época poco hicieron, dando vista gorda a los hechos que
tiñeron de rojo el suelo pampino y los corazones color carne de miles de obreros y sus familias que luchaban por un bienestar algo mas digno.
¿Como pasó todo? Hay que situarse en la posguerra chilena.... si, la misma de la Revolución de 1891, en que el parlamentarismo empezó a hacer de las suyas. Precisamente en ese período -entre otras cosas- la industria salitrera se fortaleció, ya que los empresarios, especialmente John Thomas North estuvo financiando a los rebeldes, bando que finalmente triunfo.
Las ganancias por concepto del salitre se acrecentaron, pero a los obreros nada les llegaba. La política del chorreo no funcionó por acá. Ergo, los obreros se "chorearon" y decidieron protestar por un mejor porvenir, ya que por parte de sus patrones, la actitud hacia ellos era sumamente injusta.

Es por este cúmulo de situaciones que se produjo una huelga el día 10 de diciembre de 1907, en la
Oficina Salitrera S
an Lorenzo,
ampliándose a otras de la zona, hasta que finalmente paraliza el comercio del norte del país.
Estamos en el gobierno de Pedro Montt.
El día 16 de ese mes fue clave: los obreros del salitre llegan a Iquique en miles, y además se publica una serie de peticiones ¿Que pedían los obreros? Simplemente este sencillo y humano pliego de peticiones:
Aceptar que mientras se supriman las fichas y se emita dinero sencillo cada Oficina representada y suscrita por su Gerente respectivo reciba las de otra Oficina y de ella misma a la par, pagando una multa de $ 50.000, siempre que se niegue a recibir las fichas a la par.
Pago de los jornales a razón de un cambio fijo de 18 peniques. Libertad de comercio en la Oficina en forma amplia y absoluta.
Cierre general con reja de fierro de todos los cachuchos y chulladores de las Oficinas Salitreras, so pena de pagar de 5 a 10.000 pesos de indemnización a cada obrero que se malogre a consecuencia de no haberse cumplido esta obligación.
En cada oficina habrá una balanza y una vara al lado afuera de la pulpería y tienda para confrontar pesos y medidas.
Conceder local gratuito para fundar escuelas nocturnas para obreros, siempre que algunos de ellos lo pida con tal objeto.
Que el Administrador no pueda hacer arrojar a la rampla el caliche decomisado y aprovecharlo después en los cachuchos.
Que el Administrador ni ningún empleado de la Oficina pueda despedir a los obreros que han tomado parte en el presente movimiento, ni a los jefes, sin un desahucio de 2 a 3 meses, o una indemnización en cambio de 300 a 500 pesos.
Que en el futuro sea obligatorio para obreros y patrones un desahucio de 15 días cuando se ponga término al contrato.
Junto con ello, el ejército es reforzado con unidades provenientes de Valparaíso y Arica. Los obreros del salitre creían que estarían de parte de ellos. El intendente Carlos Eastman, junto a Roberto Silva Renard componían el cuadro. La gente confiaba en ellos.
Estaban ubicados en la plaza, y desde Santiago se da la orden que se replieguen al Hipódromo, para luego dejar las acciones y volver a las faenas.Nada de eso ocurrió.
El ambiente no estaba para otra cosa que no sea el manifestarse. Reunión con el intendente y la publicación que decreta el Estado de Sitio son los hechos mas significativos, ya que esto último -y con la correlativa suspensión de los derechos constitucionales-se presto para que los hechos que lamenta la historia hayan sucedido.
Tratando de escapar del lugar de los hechos, caen las primeras víctimas. Luego de
sus funerales el ambiente se torna mas complicado para los huelguistas.
Se solicita el desalojo y traslado en algunos sectores del Hipódromo, todo a cargo de Silva Renard y del coronel Sinforoso Ledesma, quienes al ver que pasaba la hora y que sus amenazas eran desoídas, abrieron fuego contra los manifestantes, quienes lógicamente fallecieron sin posibilidad de defenderse. Cayeron hombres, mujeres y niños que ansiaban un futuro mejor. Quienes sobrevivieron a los hechos, tampoco lo pasaron muy bien, ya que fueron sometidos a tratos vejatorios.
Con ello, se concreta uno de los hechos de sangre mas crudos que se tenga memoria contra los trabajadores.
El número de muertos -según la fuente- es variable. Aquellas fuentes provenientes de los sectores mas conservadores de nuestro país, como el diario "El Mercurio", señalan entre 100 a 140 víctimas, y debo decir que esa cifra la da Nicolás Palacios, personaje al cual me referiré próximamente. Otros sectores más realistas, señalan un número mínimo de 1.000 fallecidos y un máximo de 3.000. Sea la cifra expuesta por cualquiera de los sectores, no deja de ser escalofriante.
Ya pasados los años, la memoria vuelve a los cerebros de nuestros compatriotas con la puesta en escena de la "Cantata Santa María de Iquique", compuesta por Luis Advis e interpretada por Quilapayún y Héctor Duvauchelle, iniciándose con esa conmovedora frase que dice "Señoras y señores, venimos a contar, aquello que la historia no quiere recordar". La Cantata se ha convertido para algunas personas, como un primer acercamiento a los hechos sucedidos en Iquique, causado quizás por la falta de información que se da en los colegios en las clases de historia, con lo conservador que sigue siendo nuestro sistema educacional que aún sigue tapando los hechos de sangre que marcaron etapas en nuestro país.
Hoy en día, se ha dimensionado el horror de este acontecimiento, nuestras autoridades decretaron duelo nacional el 21 de diciembre pasado a fin de conmemorar -con justicia- el centenario de la matanza, además de reconocer algo no menor: la responsabilidad del Estado de Chile en los hechos. Incluso los cadáveres de los huelguistas se desenterraron, a fin de levantar un mausoleo o memorial en su honor.
Pero poco sacamos con hablar de ese horror y pesar, lamentándonos por la ignominia de esos actos... lo que si va a ser fructífero es el ejercicio respecto al pensamiento y sus posteriores reflexiones en torno al tema. El ser humano, como dicen por ahí, es el animal que tropieza 2 veces y mas con la misma piedra. Ya se vio un 11 de septiembre, con su correspondiente matanza y lo mas probable es que estos hechos deplorables que nos debería avergonzar como nación se siga viendo hasta el final de nuestra existencia. Mientras no haya justicia social no se podrán pedir peras al olmo.
Notas: las fotos de 1907 fueron extraídas de MemoriaChilena.cl. La foto de Quilapayún con Luis Advis y Héctor Duvauchelle fue extraídas del libro "Rostros y Rastros de un canto" de Antonio Larrea y Jorge Montealegre, de Nunatak Ediciones (1997).