domingo, junio 21, 2009

Claudio Gay y la fe

Claudio Gay, el gran naturalista francés, llega a Chile durante la década del 20, pero del siglo XIX. Junto con Domeyko, Sazie, Bello, Phillipi y tantos otros visionarios europeos, dieron forma a la vida universitaria, y principalmente a las ciencias en la naciente repçublica.
De todos ellos, el que nos convoca en esta ocasión, trajo también consigo muchas de las ideas post-revolucinarias, pero principalmente las de la ilustración, en que todo aquello que fuese comprobable era considerado ciencia. Esta opción, si bien ahora puede ser puesta en duda, en antaño no precisamente.
También fue común por aquellos años el que todo viajero llevase un diario, ¡¡como no recordar el diario de Mary Graham, de su espanto y repugnancia al ver como las mujeres del naciente Chile se pasaban una escupidera para lanzar flemas en público!! O bien, siguiendo con ella, de cómo una costumbre es principio para muchos: el pelambre, el cual para varias mentes débiles es una bandera de lucha, y un modo de hacer espacios en la sociedad, lo cual espanto a esta dama inglesa.
Gay no fue la excepción. También llevo registros de su paso por el país. En él refleja tanto su vida personal, y de como los sucesos politicos en el país van dando forma a los proyectos que tenia en mente.
No hablare de Gay, ni de su obra, ni de su pensamiento científico, ni de las andanzas realizadas por el país, las cuales de seguro nos enteramos cuando estábamos en el colegio. Del diario de su primer viaje a Chile en 1928, extraigo la siguiente nota, que refleja fielmente la vida del pueblerino y retrasado Chile de aquella época. Muestra su opinión respecto al eterno tema que a muchos nos ronda en la mente: las festividades religiosas y la fe de los penitentes. Definitivamente, aunque con ciertos matices, la cosa no ha cambiado mucho que digamos a través de los siglos.
Disfrútenlo.


Del Sábado 17 al 9 de mayo 1829
Como de costumbre paso los días en mi pieza trabajando tanto en la geología tanto en la historia natural.
Las tardes como a las cinco voy a la casa del Señor Bezanilla donde encuentro algunas señoritas con las que me río muchísimo.
He tenido el placer de ver estos últimos días la fiesta de Pascua y el Viernes Santo.
Hemos visitado las iglesias donde han levantado altares más o menos bellos.
Todos los habitantes de Santiago las visitan así.
Los hombres con la cabeza desnuda y las mujeres con el rosario en la mano van por la calle recitando en voz baja las letanías de los Santos.
Era verdaderamente divertido escuchar esos rezos que hacen un ruido parecido al de los abejorros.
Más divertido aun en las iglesias.
La mayoría, para agradarle más aún a Dios, se arrodillaban con los brazos extendidos.
He tenido la paciencia de ver cuanto duraba un individuo en esa dolorosa posición. Después de tres cuartos de hora de sufrimiento no pudo resistir más y sus brazos cayeron en la posición contraria.
La verdad es que esas prácticas me parecían propias de los faquires de la India y esta ilusión fue todavía más completa cuando llegando al convento de los Franciscanos escuchamos esas buenas gentes cantar en su iglesia al mismo tiempo que se daban azotes.
Eso hizo que nuestra cólera estallara contra esa indigna superstición.
Nosotros compadecíamos el destino que esos individuos escogían libremente y riéndonos de sus estupideces juzgábamos lo mediocre de su civilización, al día siguiente fuimos donde Rojas con Purés y cenamos en casa del cura. Después de la cena nos quedamos un poco frente a la iglesia donde predicaban las siete palabras de Jesucristo y después nos fuimos a una de esas baratas cabañas donde pasamos una parte de la sobremesa conversando con una buena señora y sus hijas.
Al atardecer llegando a la ciudad y después de comer algo fuimos a visitar por segunda vez los Franciscanos que se azotaban todavía.
Desde hace siete días se habla mucho de elecciones. El partido de Pinto parece dominar.
Sin embargo se teme una revolución.
Parece que el domingo será el día de las primeras elecciones del Cabildo y la Asamblea. Habrá peleas a patadas y puñetes.