Dos mañanas de un sábado

I

Hace algún tiempo -en realidad meses- les escribí sobre Serafín, el nuevo integrante de mi familia. En esa época era un entrañable cachorrito de leche y miguitas de pan, como lo pueden ver en la foto del costado, en que aparece durmiendo plácidamente y de forma muy acabronada en uno de los sillones de mi hogar...

Eso fue el pasado... ha corrido MUCHA agua bajo el puente y las cosas cambiaron drásticamente. De ser un tierno cachorrito negro azabache, paso a ser una bestia negra con tornasoles grises... a diferencia del mantícora de Flaubert que tenia la piel con tornasoles escarlatas.

Serafín hoy estará pesando arriba de los 20 kgs, lo cual hace que sea un animal inmenso para sus cortos 7 meses, sus mandíbulas ejercen una presión tremenda, y que mi brazo da cuenta de ello.

Ha hecho ataques al hermoso jardín que mantenía mi madre, eliminando de cuajo calas y todo tipo de vegetación, sea pasto, flores, plantas rastreras entre otras, y convirtiendo al que alguna vez fue un pequeño prado, en un arenoso desierto, ya que además tiene habilidades para moler y triturar la tierra algo dura por la erosión.

Sigue con sus desviados ataques sexuales, pero en menor medida; eso sí, tiene devenires vegetarianos, ergo, es un perro semi-vegana, ya que también come otras porquerías que le sugiere la TV para que coma. Aún no sabe hacer pipí con la patita levantada.

II

Un día sábado me despierto extrañado por un ruido que tenía en mi alrededor, hasta el punto que de a poco lo llegue a descubrir en medio de la modorra que me causa el tener que despertar: era un pequeño pajarito, quizás algo nuevito, quizás algo desorientado, que llego a mi cama y se subió sobre uno de los cojines, encima de mi cabeza, y literalmente plantándose en el entorno. Lo miro y me mira, pero con la mirada algo difusa y perdida en el pequeño horizonte que tenia enfrente (o sea mi pieza). Tenía sus patitas firmemente aferradas al género del cojín, incluso realize el ejercicio de moverlo un poco para ver sus reacciones.

Trataba de emprender el vuelo, pero le era imposible, ya que se golpeaba con uno de los arcos que tiene mi cama -que dicho sea de paso, el maestro que la construyo tenia cierta debilidad por el palacio de la Alhambra-. Hasta que lo cogí con mis manos, a fin de liberarlo de ese ambiente en el cual estaba prisionero.

Incluso logré agarrar la cámara y sacar unas cuantas fotos en las que aparece algo tímido, tembloroso pero contento espiritualmente por la liberación que tendría.

Llego al patio para liberarlo, logra emprender un vuelo de solo un par de metros solamente...

y...

¡¡¡zas!!!

Aparece Serafín!!!!, persiguiendo al ave en cuestión hasta que finalmente lo agarra con sus afilados dientes, le da un buen tarascón y hasta ahí sería la existencia del pobre.

La reprimenda de los miembros de la familia no se hizo esperar:

- ¡Que se cree su grandulón! ah?

- ¡Los otros animalitos también quieren vivir como Ud.!

- ¡Abusador!

- ¡Asesino!

- ¡Perro c#l&4o!

Dudo que haya comprendido algo de lo que intentamos comunicarle, pero había que descargarse y castigarlo de algún modo, pero sin emplear la violencia. Pero como este animalito no tiene aún conciencia o intelecto para entablar un diálogo con cualquier persona, todas las frases dichas anteriormente no sirvieron de mucho.

Se ganó el descrédito, lógicamente por culpa de la cadena trófica y sus ímpetus lúdicos, ya que no era precisamente hambre lo que tenía, sino que quería jugar un rato.

Volvió a realizar lo mismo el día lunes con un zorzal que escarbaba en el pasto y buscaba algún gusanito para llenar su humanidad. Siguió la misma suerte del miserable interfecto alado del día sábado, con la salvedad que el cadáver -hasta los momentos en que escribo esto- seguía paseando dentro del hocico del sublevado can, con las tripas al aire.

Ahora, pensando con tranquilidad, esto es tan solo es parte de la naturaleza.

En fin... esta pildorita refleja como esta el personaje después de algunos meses... sin duda de temer.

A continuación, los dejo con un vídeo despues de este acto.