Ícaro y Dédalo
En la mitología griega, Ícaro era hijo de Dédalo, un arquitecto, que construyó el laberinto de Creta. Luego de la construcción del mítico laberinto, ambos fueron encarcelados, sin posibilidades algunas de salir. Y ese encarcelamiento al cual me refiero, se debió a que el rey de Creta, el despiadado Minos, estaba algo paranoico por si se llegase a revelar la salida desde esa construcción.Iban volando por los aires, y Dédalo advertía a su hijo que no volara tan alto, pero el porfiado mequetrefe mitológico no hacía caso.
Volaron por Samos, y Delos. También por Lebintos. El pequeño volador siguió subiendo cada vez mas, como si con eso creyese que iría junto con los dioses. Pero lamentablemente desoyendo a su padre, llego tan cerca del sol que las junturas de sus alas comenzaron a derretirse, y como cuan kamikaze, se precipitó a las profundas aguas del mar.
Las costas cercanas al lugar de la muerte de Ícaro fue llamada Icaria.
Ícaro, a primera vista, es un arquetipo al cual se le pueden (o se deberían) dar dobles lecturas. Por un lado, representa el esfuerzo del hombre en llegar mas alto, en ideales y logros personales, con esfuerzo y dedicación. Por otro lado, Ícaro representa también la soberbia y el desacato, con las posteriores consecuencias que conlleva.
¿Cuál les siente mejor? Se los dejo al beneficio de la duda.
Esta leyenda ha inspirado a muchos. En lo personal, me recuerda al arcano XVI del Tarot, “La Torre”, en la cual, a grandes rasgos, las empresas emprendidas con soberbia no llegan a buen término (tal como se supone ocurrió con la torre de Babel, cuya construcción supuso un desafío al dios de esos hombres). Pero también me inspira la inocencia cuando nos enceguecemos por los grandes triunfos en la vida.
La tumba de Alberto Santos Dumont y sus padres, es una replica exacta a una escultura existente en el parque Saint-Cloud de París, erigida precisamente en vida a este aviador.






















