Progreso ¿a costa de nuestros últimos espacios patrimoniales? Cuarta parte y final: Posibles conclusiones

Estamos llegando al final del viaje que se inició hace un par de semanas, en que hemos visto exiguamente puntos relativos a como el progreso ha avasallado al mundo cultural chileno, destruyendo los vestigios arqueológicos y patrimoniales, para construir obras que son una “clara señal de los avances de que es capaz el país”, según autoridades varias. Yo creo que el desarrollo no va por la cantidad de construcción de obras viales o materiales… el real desarrollo de un país esta en su gente, y en el bienestar de las personas, tanto de salud, educación y vivienda, junto con un cambio de mentalidad, en que prime la cordura, la inteligencia y el tino.
¿Qué quiero concluir con los capítulos transcritos anteriormente? Chile, en todos sus sectores, tanto urbanos como campestres es un gran depósito de material arqueológico, y que los hallazgos de esta índole están a la orden del día para ser cosechados por las manos expertas e inexpertas, pero que delicadamente desean rescatar y mirar hacia el pasado para construir el futuro en el mejor de los casos.
El hecho que existan monumentos de esta índole permitirá a las futuras generaciones apreciar la evolución del país desde tiempos remotos, siendo esas construcciones, pueblos, reductos agrestes u obras literarias mudos testigos del Chile que fue, de un Chile que tuvo un esplendor a costa de lagrimas de los trabajadores y de las clases mas desprotegidas en esos momentos. Es cosa de caminar por lo largo y ancho del territorio, levantar una piedra y encontrar sin duda alguna algún vestigio humano del pasado. En la costa de la Tercera región esto es sumamente tangible, ya que en muchas de sus playas aún se logra encontrar anzuelos, puntas de hacha y flechas, y hachas de pedernal, las que, lamentablemente, no les dan posteriormente el uso adecuado. Y un uso adecuado seria el exhibirlas, conservarlas, almacenarlas en bodegas o laboratorios adecuados, y NO como relleno de caminos o de construcciones, como ha ocurrido en los últimos años.
Los monumentos nacionales son entes dispuestos a hablar a los habitantes de sus ciudades, a fin de realizar un aporte a la cultura nacional, mediante una forma no tradicional de aprendizaje (digo no tradicional porque muchas veces no la practicamos) y que es la observación y el despliegue de los sentidos humanos... en fin, las sensaciones e imaginación no bastan para recrear el pasado o tiempos pretéritos; es necesario preservar. Si, tal como lo hicieron en la Rusia post muro, en que las autoridades de San Petersburgo (ex Leningrado) decidieron no derrumbar las efigies de Lenin o Stalin de los edificios públicos ¿y porque no derribar a los iconos del terror post zarista? Simplemente porque los nuevos dirigentes estimaron conveniente que las nuevas generaciones conocieran, por medio de esas esculturas y símbolos de la Revolución, los sucesos acaecidos en dicha época, como una forma de decir “nunca mas”. O preservar tal como lo hicieron con el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, para que la humanidad toda no escuche los tambores de la guerra ni sienta los vientos del terror, y diga nunca mas a la destrucción del hombre por el hombre, tal como lo ocurrido con los aberrantes sucesos que abarcaron desde 1933 a 1945, con el objeto de rememorar a las inocentes víctimas y a los mártires civiles caídos en los campos de concentración en un absurdo conflicto como muchos de los que han existido, para que las futuras generaciones no cometan los infortunados errores del pasado.
Pero también la humanidad ha sufrido la destrucción de su patrimonio cultural, producido por la falta de criterio de algunos actores, como la destrucción de las esculturas en Asia, o la destrucción de la ciudad alemana de Dresden, durante la Segunda Guerra. O por las huestes norteamericanas contra sus enemigos imaginarios, cuando en el bombardeo a Irak destruyó uno de sus principales museos, que albergaba colecciones de la gran Babilonia y de las civilizaciones sumeria y caldea, entre otras, siendo irrecuperable el perjuicio causado. O las incursiones napoleónicas en Egipto, al saquear pirámides y tumbas de faraones.
Hay que recordar que en agosto del año pasado se declaro monumento histórico el inmueble ubicado en Londres 40, ex Londres 38, en el cual funcionó un recinto de la DINA entre los años 1973 y 1974. Entre las consideraciones que se tuvieron al respecto cabe destacar que “… la protección de este inmueble es de carácter emblemático, puesto que permite a las futuras generaciones conocer nuestra historia reciente, para que se reivindique la memoria de las víctimas de la represión y para que se establezcan nuevas bases para la convivencia social en que el respeto por los derechos humanos permanezca y se reafirme el valor de la vida humana.”
Es mediante la preservación de lo nuestro un modo eficaz mediante el cual nuestros compatriotas podrán querer las propiedades histórico naturales que tenemos, como buen inicio de forjar una ciudadanía inspirada en el laicismo, en que se asegure a cada uno de los partícipes de la sociedad su derecho de creer en lo que estimen sano para sus conciencias, así como también el formar ciudadanos responsables y amantes de la cultura. E incluso es mas, esta el ejercitar de forma aunque sea mínima el respeto: respete los monumentos para que sus nietos los puedan observar; respete el patrimonio cultural del país, así como respetamos el suyo; en suma, respete su medio ambiente para que su prójimo y sus hijos puedan vivir.
Esas son las lecciones que nos da la preservación de nuestro patrimonio, una lección que como pocas es fuerte y potente, frente a los pequeños y obstinados ojos del hombre.