miércoles, diciembre 27, 2006

El Protoevangelio de Santiago (primera parte)

Todos alguna vez en la vida, hemos escuchado que la Biblia es un libro escrito con inspiración divina, que es el libro de los libros, o bien, que es una fuente importante de la cultura de la humanidad. En ella estan recogidas las máximas enseñanzas morales que todo hombre y mujer pueden encontrar.
Tengo una postura personal que difiere de todo lo anteriormente dicho.
En primer lugar, creo que la Biblia es un libro que podría imprimirse con otro tipo de papel que no sea de aquel que sirve para hacer cigarros de marihuana, o bien, la alternativa es tener una Biblia en caso de angustia vegetal. En segundo lugar, y dejando de lado las bromas, la Biblia ha obviado otros pasajes de la vida del personaje llamado Cristo, Jesús, etc, ya que existen los llamados "evangelios apócrifos", los cuales, se supone, no son de inspiración divina, en cuyos textos figuran episodios no considerados, y digámoslo, bastante mágicos e incluso mas interesantes que aquellos que figuran en el nuevo testamento.
Los evangelios apócrifos fueron todos aquellos evangelios que no fueron considerados para la "edición final" de la Biblia. Recordemos que el cristianismo fue una religión declarada oficial del imperio romano por conveniencia para Constantino, en cuyo gobierno había una suerte de inestabilidad social y económica que llamaba alas masas a sublevarse. Y como la masa era cristiana, que mejor que acomodarse a ella.
Hoy no hablaremos de historia ni mucho menos, sino que inicio a partir de ahora la entrega por capítulos del Protoevangelio de Santiago, en que se muestra o se intenta mostrar parte de la infancia de la virgen María.
Esta de mas recordar que si bien publico un documento de esta índole, no significa que lo defienda, o que haga una apología de la postura contraria. Además, como promesa navideña, habia empeñado mi palabra para mostrar y publicar este texto que la cristiandad esconde... ¿quizas porqué?, ¿por conveniencia?, ¿por temor?.
Para ustedes, el Protoevangelio de Santiago.

El protoevangelio de Santiago

Dolor de Joaquín
I 1. Consta en las historias de las doce tribus de Israel que había un hombre llamado Joaquín, rico en extremo, el cual aportaba ofrendas dobles, diciendo: El excedente de mi ofrenda será para todo el pueblo, y lo que ofrezca en expiación de mis faltas será para el Señor, a fin de que se me muestre propicio.
2. Y, habiendo llegado el gran día del Señor, los hijos de Israel aportaban sus ofrendas. Y Rubén se puso ante Joaquín, y le dijo: No te es lícito aportar tus ofrendas el primero, porque no has engendrado, en Israel, vástago de posteridad.
3. Y Joaquín se contristó en gran medida, y se dirigió a los archivos de las doce tribus de Israel, diciéndose: Veré en los archivos de las doce tribus si soy el único que no ha engendrado vástago en Israel. E hizo perquisiciones, y halló que todos los justos habían procreado descendencia en Israel. Mas se acordó del patriarca Abraham, y de que Dios, en sus días postrimeros, le había dado por hijo a Isaac.
4. Y Joaquín quedó muy afligido, y no se presentó a su mujer, sino que se retiró al desierto. Y allí plantó su tienda, y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciendo entre sí: No comeré, ni beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me visite, y la oración será mi comida y mi bebida.

Dolor de Ana
II 1. Y Ana, mujer de Joaquín, se deshacía en lágrimas, y lamentaba su doble aflicción, diciendo: Lloraré mi viudez, y lloraré también mi esterilidad.
2. Y, habiendo llegado el gran día del Señor, Judith, su sierva, le dijo: ¿Hasta cuándo este abatimiento de tu corazón? He aquí llegado el gran día del Señor, en que no te es lícito llorar. Mas toma este velo, que me ha dado el ama del servicio, y que yo no puedo ceñirme, porque soy una sierva, y él tiene el signo real.
3. Y Ana dijo: Apártate de mi lado, que no me pondré eso, porque el Señor me ha humillado en gran manera. Acaso algún perverso te ha dado ese velo, y tú vienes a hacerme cómplice de tu falta. Y Judith respondió: ¿Qué mal podría desearte, puesto que el Señor te ha herido de esterilidad, para que no des fruto en Israel?
4. Y Ana, sumamente afligida, se despojó de sus vestidos de duelo, y se lavó la cabeza, y se puso su traje nupcial, y, hacia la hora de nona, bajó al jardín, para pasearse. Y vio un laurel, y se colocó bajo su sombra, y rogó al Señor, diciendo: Dios de mis padres, bendíceme, y acoge mi plegaria, como bendijiste las entrañas de Sara, y le diste a su hijo Isaac.
Trenos de Ana
III 1. Y, levantando los ojos al cielo, vio un nido de gorriones, y lanzó un gemido, diciéndose: ¡Desventurada de mí! ¿Quién me ha engendrado, y qué vientre me ha dado a luz? Porque me he convertido en objeto de maldición para los hijos de Israel, que me han ultrajado y expulsado con irrisión del templo del Señor.
2. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a los pájaros del cielo, porque aun los pájaros del cielo son fecundos ante ti, Señor.
3. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a las bestias de la tierra, porque aun las bestias de la tierra son fecundas ante ti, Señor.
4. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a estas aguas, porque aun estas aguas son fecundas ante ti, Señor.
5. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a esta tierra, porque aun esta tierra produce fruto a su tiempo, y te bendice, Señor.