jueves, enero 31, 2008

El Pelícano - J.L. Borges

A propósito de vacaciones y verano, un avecilla un tanto refrescante, con la cual la mitología se ha nutrido bastante en su infinita imaginación.

El Pelícano de la zoología común es un ave acuática, de dos metros de envergadura, con un pico muy largo y ancho, de cuya mandíbula inferior pende una membrana rojiza que forma una especie de bolsa para guardar pescado; el de la fábula es menor y su pico es breve y agudo. Fiel a su nombre, el plumaje del primero es de color blanco; el del segundo es amarillo y a veces verde. Aún más singular que su aspecto resultan sus costumbres.

Con el pico y las garras, la madre acaricia los hijos con tanta devoción que los mata. A los tres días llega el padre; éste, desesperado al hallarlos muertos, se abre a picotazos el pecho. La sangre que derraman sus heridas los resucita... Así refieren los bestiarios el hecho, salvo que San Jerónimo, en un comentario al Salmo 102 ("Soy como un pelícano del desierto, soy como una lechuza del yermo"), atribuye la muerte de los hijos a la serpiente. Que el Pelícano se abre el pecho y alimenta con su propia sangre a los hijos es la versión común de la fábula.

Sangre que da vida a los muertos sugiere la Eucaristía y la cruz, y así un verso famoso del Paraíso (XXV, 113) llama "nuestro Pelícano" a Jesucristo. El comentario latino de Benvenuto de Imola aclara: "Se dice pelícano porque se abrió el costado para salvarnos, como el pelícano que vivifica a los hijos muertos con la sangre del pecho. El pelícano es ave egipcia. La imagen del Pelícano es habitual en la heráldica eclesiástica y todavía la graban en los copones. El bestiario de Leonardo da Vinci define así al Pelícano: "Quiere mucho a sus hijos, y hallándolos en el nido muertos por las serpientes, se desgarra el pecho y, bañándolos con su sangre, los vuelve a la vida".




PD: La primera imagen fue obtenida de mis archivos personales, en cambio la segunda del blog De Kristianismi Restitutio, específicamente del post "Rosacrucismo en Lutero y Juan XXIII". Finalmente, el texto corresponde al Sr. J.L. Borges.

martes, enero 15, 2008

Hoy, hace 5 años

Hace cinco años exactamente en un día como hoy, encendí el televisor de la casa a eso de las nueve de la noche y vi algo que me extrañó: demasiadas reseñas sobre Los Jaivas, y en especial de Eduardo Alquinta... hasta que el locutor (que seguramente habrá sido Bernardo de la Maza en TVN) anuncia y repite la noticia: falleció el legendario guitarrista de los Jaivas en la región de Coquimbo mientras se encontraba veraneando.
Recordé de inmediato un especial de la Revista Rolling Stones con motivo del vigésimo aniversario del fallecimiento de John Lennon, cuando entrevistan a personajes como Lenny Kravitz, Paul Simon, Charly García entre otros mas, dando su parecer sobre las reacciones ante lo ocurrido esa noche del 8 de diciembre de 1980. Así me sentí en ese momento del día 15 de enero de 2003, quieto, paralizado. Sobre todo cuando uno de los miembros de una banda que se admira como Los Jaivas es quien parte desde el lugar en que se encuentran los vivos, dando el inicio al eterno viaje a la patria de las almas, o como quiera llamársele.
¿Que mas puedo decir? Nada, solo que se extraña su creatividad y esa magia para convertir notas musicales en clásicos de la música nacional. O también esa gran imagen y soberbia estampa con la que apareció ejecutando el solo de "La Poderosa Muerte" en el documental "Alturas de Macchu Picchu" y en muchas otras ocasiones en vivo. O participando en el censurado vídeo (por parte de la Iglesia, no podía ser de otra manera) de "Hijos de la tierra" allá por el año 1995, cuando se creía que la Inquisición o instituciones que silenciaron a las artes y el conocimiento habían desaparecido.
Sin duda, se lo extraña. Lo extrañamos. Al igual que a Patricia Verdugo (de quien me referiré próximamente) y su coraje para denunciar los atropellos a los derechos humanos y hacer de este país un lugar un poco mas digno para vivir.

lunes, enero 07, 2008

Los Pérez y el mambo

A propósito de música festiva que se da en el año nuevo (por ej. "Un año más", "La Piragüa", y ahora último con el "Perreo Chacalonero"), quedé algo pegado aún por el baile, champagne, destilados varios y los puchos consumidos esa madrugada del 1º de enero de 2008. Me puse a escarbar la música que tenemos, un día domingo en la noche, como cualquier otro domingo en la noche, es decir, plano, en soledad y aburrido... me bajó la nostalgia, y escuché un disco que logré encontrar de Dámaso Pérez Prado, músico cubano nacido en 1916 en la ciudad de Matanzas. ¿Qué tocaba Pérez Prado? Mambo. Y ahora ¿por qué se preguntarán la nostalgia? Según cuenta la historia (o mejor dicho, por lo que me cuenta mi mamá) mi afición a la música viene desde muy chiquito. Por aquellos años (muchos años, muchos años) cantaba, y presumo que muy mal, con una voz de pendejo insoportable, y dentro de mi repertorio estaba precisamente una de Pérez Prado: el Mambo Jambo... esa que dice “mambo, que rico el mambo, mambo que rico es-es-es”. No tengo idea como llegaron esas imagenes a mi mente nuevamente, pero guardo con cariño esos recuerdos en mi cerebro o en el lugar donde se almacenan esos asuntos.
La cosa es que dentro de esa nostalgia me pongo a re-revisar el disco en cuestión -ya que lo tenia guardado en un lugar tan secreto del cual me olvide donde estaba- y hay otros títulos, como por ejemplo una composición del ya mencionado Pérez Prado titulada “Patricia”, cuya gracia fue el haber aparecido en “La Dolce Vita” de Federico Fellini, cuando el mambo estaba invadiendo Europa, hablándose incluso del “italian mambo”, suceso similar como el que ocurre con el regeton (de paso, guacala). Debo decir que Patricia es un bambo bastante bonito y elegante.
Como sea... en el disco seguían apareciendo clásicos como “Mama yo quiero”, “Adiós Pampa mía” y –para mi sorpresa- el “Ay ay ay” de nuestro chilenísimo compositor Osmán Pérez Freire, siendo una canción prácticamente conocida en la América hispanohablante e incluso el resto del mundo, ya que fue grabada por Plácido Domingo en alguna ocasión. Y de Perez Prado saltamos a Pérez Freire.
¿Quién era Osman Pérez Freire? Lógicamente un compositor chileno, nacido por el 1880, pero que tempranamente tuvo que exiliarse del país, dado que sus familiares eran partidarios del Presidente Balmaceda. Vivió su niñez en Argentina.
Es en ese país donde su carrera como compositor se torna fecunda, teniendo incluso el privilegio de haber compuesto para Gardel, y que éste incluso haya cantado el "Ay ay ay".
Incursiona en el tango y otros ritmos, componiendo incluso uno en recuerdo de la visita del rey Alfonso XIII de España, y titulada "Alfonsito". La incursión que hace en el tango es bastante prolífica e interesante para quienes gustan de él.
Fuera de ello inauguró la Radio Chilena: a esas alturas ya era una celebridad, un superstar. Tanto es así que compone el tema central de una película de Fritz Lang... sí, tal como lo oyen, el mismo director de Metrópolis, pero compone para la cinta "El Dr. Mabuse".
Posteriormente, abandona Argentina y se radica en España, por breve tiempo, el año 1929.
Estando allá tuvo congratulaciones de parte del mismo Alfonso XIII, siendo una de las mas importantes la que le fue comunicada el día 1º de abril de 1929: las Palmas de Académico de la Real Academia de Bellas Artes. Lamentablemente al día siguiente falleció.
Hasta ahi llegó la historia viva de Osmán Pérez Freire, pero lógicamente quedó el gran legado que todo músico deja: sus composiciones.
Hasta el momento, el único homenaje que se ha realizado a Osman Pérez Freire es el haber bautizado a una escuela con su nombre, y las comunas de Maipú, La Granja y La Florida han designado calles con su nombre. Sin embargo, se pretende elevar monumentos a personajes representantes del dogma en la tierra, como papas, cardenales y dictadores, y ¿donde quedan las artes? Son las cosas de la vida. Pero el gran homenaje que puede recibir todo músico es el reconocimiento de sus pares y de todo aquel que tiene oído para comprender... creo.